Cuando
no nos sentimos importantes ni tenidos en cuenta por nuestros círculos más
cercanos, buscamos vías para cubrir esa necesidad que todos tenemos, como seres
sociales que somos.
La
Disciplina Positiva denomina a estos caminos de búsqueda de pertenencia,
creencias erróneas, y una de ellas es la creencia errónea de
incapacidad.
Mediante
este convencimiento, el pequeño se siente realmente incapaz de realizar
determinadas acciones; este convencimiento es tan grande, que tal y como indica
Jane Nelsen, al infante “le parece imposible que lo puedan tener en
cuenta”, de ahí que su intención sea la de “convencer a los demás para que
no esperen nada de él”. Y es
esta última frase la que deja abierta un mundo entero de comportamientos en el
niño, que muchas veces el adulto interpreta de manera equivocada.
En
primer lugar habría que dejar clara la distinción entre:
· Lo que un niño puede hacer y lo que no,
en función de sus capacidades reales, madurez y etapa evolutiva.
·
Lo que un niño piensa que puede hacer
y lo que piensa que no puede hacer, independientemente de las capacidades que
tenga.
·
Lo que un adulto piensa que el pequeño
puede realizar y lo que piensa que no puede realizar
Si
analizamos situaciones diarias, veremos cómo son muchas las ocasiones en que
ninguna de las premisas anteriores coinciden, de forma que lo que el niño
considera que puede ejecutar, el adulto considera que no puede llevarlo a cabo y viceversa.
Que
un niño esté capacitado para realizar una determinada acción, y que el adulto
sea consciente de que tiene las herramientas personales y externas para poder
llevarlas a cabo, no significa que el pequeño sepa que realmente puede asumir
esa responsabilidad, ya que está en una creencia errónea de incapacidad, lo que
equivale a decir que no espera nada de sí mismo porque el autoconcepto que
tiene de él es de inútil.
Un
ejemplo claro de esta situación lo podemos observar a la hora de realizar los
deberes del colegio. Imaginemos una tarde en la que vuestro hijo o hija está haciendo
tareas escolares, supuestamente sencillas para su edad.
Hijo:
Mamá no sé cómo hacer estos deberes (Pensamiento: soy incapaz de hacer
estos ejercicios)
Madre:
¿Cómo qué no? Pero si son muy sencillos, sé que tú sabes hacerlos perfectamente
(Pensamiento: son ejercicios muy fáciles, ¿cómo no va a saber hacerlos?)
Hijo:
Que no, ¡que son muy difíciles!, ¡qué no me salen! ¡ no quiero hacerlos! ( Pensamiento:
¡no puedo hacer esto, no sé!)
Madre:
¡Ya estamos otra vez igual, como cada tarde! ¡Ponte ahora mismo a terminar los
ejercicios! ¡ sabes hacerlos perfectamente!, ¡ya está bien de tomarme el pelo!,
¡no puedo estar todo el día pendiente de ti! ¡ tienes que ir asumiendo tus
propias responsabilidades! ( Pensamiento: Este niño no va a madurar
nunca, está continuamente llamando mi atención, quiere que yo le haga todo su
trabajo)
Hijo:
¡Que no sé! ¡ que me ayudes o no los hago! ¡ pues me da igual, no los hago! (
Pensamiento: me da todo igual, aunque suspenda, ¡no puedo hacerlo! ¡ no sé
hacerlos! ¡ y mi madre pasa de mí!)
¿Os
resulta familiar? Lo que el adulto
considera que puede llevar a cabo el niño, se aleja mucho de lo que realmente
el niño piensa de sí mismo. Aunque a nivel cognitivo el desarrollo sea el
adecuado para realizar determinadas tareas, si el autoconcepto que tiene el
pequeño de sí mismo es de incapacidad, difícilmente podrá llevar a cabo algunas
acciones, por mucho que nos empeñemos.
Llegados
a este punto de la conversación, lo más fácil es entrar en una lucha de poder,
con castigo y amenazas incluidos. Debemos ser conscientes, además, que a nivel
emocional, tanto el infante como el padre o cuidador, están desconectados, ya
que el cerebro reptiliano se está apoderando de todo el órgano pensante y
difícilmente adoptarán una actitud conciliadora y enfocada en soluciones.
¿Cómo
podríamos haber actuado en la situación anterior?
Hijo:
Mamá no sé hacer estos deberes (Pensamiento: soy incapaz de hacer estos
ejercicios)
Madre:
¿qué es lo que no entiendes? Quizás pueda ayudarte. (Pensamiento: son
ejercicios muy fáciles, qué raro que no lo entienda, quizás el modo de explicárselos
en clase no ha sido el adecuado o quizás estaba distraído)
Hijo:
¡No entiendo nada, es todo muy difícil! (Pensamiento: ¡no puedo hacer
esto, no sé!)
Madre:
Sé que te agobia no saber cómo se hacen, pero déjame ver, es cierto que son
complicados, pero verás como cuando lo entiendas sabes hacerlos. (Pensamiento:
Pues parece que realmente no sabe hacerlos, y está agobiado). Haremos una cosa,
te lo explico, hago uno contigo, y el resto los haces tú solo, que seguro
puedes, y cualquier duda me la preguntas.
Hijo:
Pensamiento: quizás pueda entenderlos y a lo mejor hasta puedo hacerlos.
Voy a intentarlo, mi madre me ayuda.
Al
hablar del origen de la creencia
errónea de incapacidad, además de la carga genética que todos traemos al nacer,
hay que citar los mapas causales que el niño se va formando en función de cómo
su entorno se comporta con él o ella. Si nuestro pequeño actúa a menudo con
esta creencia, debiéramos plantearnos las siguientes cuestiones:
· ¿Alabamos de forma excesiva, en vez de
motivar adecuadamente?
·
¿Abusamos de la firmeza en nuestro
proceso educativo, creando en el niño un miedo a equivocarse y a defraudarnos?
·
¿Abusamos de la amabilidad, otorgando
un excesivo poder al niño, con la responsabilidad que eso conlleva?
El
perfil de un niño con
creencia errónea de incapacidad no siempre es de sumisión y de evidente baja
autoestima, ya que son muchas las ocasiones en las que se enmascara este
convencimiento de insuficiencia ¿Cómo oculta esta ineptitud?
·
Por un lado, a través de la demanda
de poder, no reconociendo a los demás su incapacidad.
·
Por otro lado, a través de una repetición de conductas
cómicas. Si estoy todo el tiempo haciendo “gracias”, nadie percibirá
mis carencias. ( Los adultos percibimos estas actitudes como que los niños se
ríen de nosotros o como que todo les da igual, y nada más lejos de la realidad)
Esto
son conductas de evitación de la realidad, es una forma de no tomar contacto
con las situaciones que no sabemos afrontar.
Si
queremos ayudar a un niño que busca la pertenencia mediante esta vía, lo mejor
que podemos hacer es empoderarlo
y capacitarlo, ¿cómo?
· Mediante la motivación, que no es lo
mismo que alabar ( mirar artículos anteriores)
· Ayudándolo a realizar tareas; ayudar
no es rescatar, no es hacerlo todo por el pequeño, es tener paciencia e ir
realizando juntos tareas, y de forma paulatina, permitir que el niño, conforme
vaya cogiendo confianza en sí mismo, las realice solo.
· Utilizar los errores del pequeño como
oportunidades maravillosas de aprendizaje, y no como motivo de castigo o
regañinas. Un error es una ocasión que tenemos de transmitirle a nuestro hijo
que ese hecho, ha sido consecuencia de una acción realizada por él, lo que
significa que si varía su acción, la consecuencia también será diferente. Le
estamos diciendo “Cariño, tú tienes la capacidad y el poder de cambiar tu
entorno y de cambiar cosas”. Este mensaje anima al niño a ser responsable de
sus actos sin miedo ni culpa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario